Raquel Salas Rivera

penepé

 

what happens to a dream deferred?
does it dry up
like a raisin in the sun? 
langston hughes

 

compartimos un sueño diferido,
aterrizajes de ala intacta,
una casa, una autopista,
el fin de la colonia.
te doy de mi pan, que también es tuyo,
pero congelado.
al otro lado de una pared que crees local,
de la fantasía del idioma,
de tu querer un velorio con flores plásticas,
te puedo decir, amigo, que acá te quieren muerto.
me lo dijeron.
dijeron, ¿quién eres,
tercermundista, qué cantas,
spic renovado?
aquella vez en la fila, nos mandaron a la casa,
aunque teníamos los papeles,
no teníamos el idioma,
aunque habláramos inglés.
así seremos como estado,
igual de heridos.
toma, comparto contigo esta contingencia común,
este afán descalzo de trajes tras vitrina.
si entras, llaman a la policía.
si te duermes en la acera, llaman a la policía.
si les hablas, llaman a la policía.
pana, créeme, lo he visto,
no creen en nosotros.
querido, no nos quieren.
ven y duele conmigo
a la orilla de un riachuelo, se congelan las aves.
los ratones celebran los huecos en su nieve.
escarbamos entre piedras buscando precisar
el rayo nebuloso del violín manipulado
y el sombrero de vaquero.
ven y caza conmigo
un cielo forrado de tapices,
una fracturación que fomenta escalofríos.
afuera la escopeta me parte en personas
y consigo no decir que soy puertorriqueña.
es ser blanco querer fingir
que no hay amnesia en el café.
es deseo de forever
aclimatándome a un apodo prestado,
ropa pasada de cuerpo en cuerpo,
una pena que nos ata a la bondad sobrante.
me dan un periódico.
señalan los versos que el capitán declara nulos.
antifacturan las ingratitudes de la tonificación trascenada.
lo umbilical nos interlocuta con sus dueños.
devoro las inconsciencias de un escenario
donde torturan de cantazo.
un diván apuntado me espera
en el cuarto del billar.
todas las bolas caen en entradas
hasta dar en su dualidad inconclusa.
aquí toco la música más brava en mi cuarto privado.
me traicionas, penepé,
y te quiero sanar desde afuerza a bofetadas de risa,
pero andas desempleándote en los cubiertos,
aprendiendo los dialectos con acento,
creyéndote gringo.
aquí la partitura a velocidad suena a estampida de venados
y la locura lleva el carimbo del árbol más grande.
todo duerme en su verde sempiterno y su gris indiferente
mientras toleras las sílabas que fallan vocales.
el interior del vestíbulo donde la cerveza sabe a calentura
en la playa del desierto donde cada caracol es petroglifo.
te cortaste el dedo al chupar.
le diste de probar a tu vecino taxidermista.
confesión de quien implora hacia una tundra
que quema cuando brilla.
me entenderás bien cuando llegues a la orilla del sol,
aunque la explicación parezca el delirio
de quien vive en un cuarto blanco
del tamaño de un astro.
a dos pueblos de aquí mueren asfixiadas las moscas.
entran a las tiendas para incrementar ante luces irreales.
los bisontes en su jaula son para ser vistos,
pero si tocas, te contagias con la salvedad de la familia.
me entenderás cuando tengas que atribuir tus contribuciones
a las miradas curiosas de tus verdugos.
aparte del gran muro, el país no es tan terrible.
matan y cocinan juntos entre humos
y llenan los barrancos de cañones.
asignan aves de rapiñas a crayolas
y deciden si concluyes a tiempo para el fin.
hay días que despiertas a mitad de meteoro,
creyendo que no está tan mala la cosa north face.
ven y abraza conmigo la maldad,
lo pausadamente devastador que es la traición,
el que uno mismo quiera ser amado
por quien mata antes de nombrar.
eres spic porque quieres crear puentes en el aire
con tu generosidad del montón
y tu majestad foránea.
se queman acaribeñados con tu voz de altoparlante.
furia lista, ten cuidado.
toda construcción que te aleja, sembrará antifaces
en las clavículas del querer.
no te prestan importancia ni azúcar.
no eres para ellos sino adéndum de expansión.
la tierra es plana en la planicie de tu soledad racializada.
morirás desértico.
ven y duele en mis brazos
sin empatía.
toca y pesa con tu lengua
el epígrafe lapidario de la barra.
mide un trago o una palabra
que quizás sea tu nombre
o un saludo.

 

 

penepé

 

what happens to a dream deferred?
does it dry up
like a raisin in the sun? 
langston hughes

 

we share a dream deferred,
landings of intact wing,
a house, a highway,
the end of the colony.
i give you my bread, which is yours,
but frozen.
at the other end of a wall you think is local,
of the fantasy of language,
your wanting a wake with plastic flowers,
i can tell you, friend, here they want you dead.
they told me.
they said, who are you,
thirdworlder, what do you sing,
renovated spic?
that time in the line, they sent us home,
even though we had papers,
we didn’t have the language,
even when we spoke english.
that’s how we’ll be as a state,
just as wounded.
here, share with me this common contingency,
this barefoot eagerness for dresses in the shop window.
if you go in, they call the cops.
if you fall asleep on the sidewalk, they call the cops.
if you speak to them, they call the cops.
pana, believe me, i’ve seen it,
they don’t believe in us.
querido, they don’t want us.
come and hurt with me.
at the edge of a stream, the fowl freeze.
the mice celebrate the holes in their snow.
we furrow amongst the stones looking to specify
the manipulated violin’s nebulous ray
and the cowboy hat.
come and hunt with me
a sky rich with tapestries,
a fracturing that foments shudders.
outside the shotgun splits me into people
and i manage not to say i am puerto rican.
it is white to want to front
like there is no amnesia in the coffee.
the desire for forever
acclimating me to a lent nickname.
clothes passed from body to body,
a sorrow that binds us to excess goodness.
they give me a newspaper.
they signal the verses the captain declared void.
they antiprocess ingratitudes of crossdinner tonification.
the umbilical interlocutes us with its owners.
i devore the unconsciouses of a scene
where they suddenly torture.
an aimed divan awaits me
in the billiard room.
all the balls fall in entrances,
minus mine, which circles stalking
until it hits its inconclusive duality.
here, i play the bravest music in my private room.
you betray me, penepé,
and i want to heal you from without with slaps of laughter,
but you are busy unemploying yourself in the silverware,
learning dialects with an accent,
thinking you’re a gringo.
here the score sped up sounds like a deer stampede
and madness is branded by the biggest tree.
everything sleeps in its evergreen and its indifferent gray,
while you tolerate the syllables of failed vowels.
the vestibule interior where beer tastes like getting hot
on the desert beach where each seashell is a petroglyph.
you cut your finger while sucking.
you give your taxidermist neighbor a taste,
the confession of one who implores towards a tundra
that burns when it shimmers.
you’ll understand me when you reach the sun’s shore,
even if explanation seems the delirium
of living in a white room
the size of a star.
two towns away the flies asphyxiate.
they go into stores to increment facing unreal lights.
the bison in their box are to be seen,
but if touched, you’ll catch the family’s provision.
you’ll understand when you have to attribute your contributions
to the executioners’ curious stares.
besides the great wall, the country isn’t so bad.
they kill and cook together in the smoke
and fill the cliffs with canyons.
they assign birds of prey to crayons
and decide if you conclude on time for the end.
there are days you wake mid-meteor
thinking it’s not so bad this north face thing.
come and embrace malice with me.
the pausing devastation of betrayal;
that one wishes to be loved
by those who kill before naming.
you are a spic because you want to build bridges in the air,
with your dime a dozen generosity,
your foreaneous majesty.
they burn caribbeaned with your loudspeaker voice.
clever fury, be careful.
all construction which pushes you away, plants masks
in love’s clavicles.
they don’t lend you importance or sugar,
you are nothing to them but expansion’s addendum.
the earth is flat on the plains of your racialized solitude.
you’ll die deserted.
come and hurt in my arms
without empathy.
touch and weigh with your tongue
the bar’s lapidary epitaph.
it measures a drink or a word
that is perhaps your name
or hello.

 


Raquel Salas Rivera es la poeta laureada de la ciudad de Filadelfia del 2018-19. Es la autora de while they sleep (under the bed is another country) publicado por Birds, LLC y fue la recipiente inaugural del Ambroggio Prize de la Academia de Poetas Americanos por su libro x/ex/exis. Cuenta con la publicación de seis plaquetas y cuatro poemarios adicionales. Su cuarto libro, lo terciario/the tertiary, fue finalista para el Premio Nacional del Libro del 2018 y fue seleccionado por Remezcla, Entropy, Literary Hub, mitú, Book Riot y Publishers Weekly como uno de los mejores poemarios del 2018. Del 2016-2018 fue co-editora de la revista literaria The Wanderer y co-editora de Puerto Rico en mi corazón, una colección bilingüe de volantes de poetas puertorriqueños contemporáneos. Es la recipiente de becas del Sundance Institute, el Kimmel Center for Performing Arts, el Arizona Poetry Center y CantoMundo. Ama y vive por Puerto Rico, Filadelfia y un mundo libre de la supremacía blanca.

Raquel Salas Rivera is the 2018-19 Poet Laureate of Philadelphia. They are the author of while they sleep (under the bed is another country) from Birds, LLC and the inaugural recipient of the Ambroggio Prize from the Academy of American Poets for their book x/ex/exis. They are also the author of six chapbooks and four other full-length poetry books. Their fourth book, lo terciario/the tertiary, was on the 2018 National Book Award Longlist, and was selected by Remezcla, Entropy, Literary Hub, mitú, Book Riot, and Publishers Weekly as one of the best poetry books of 2018. From 2016-2018, they were co-editor of The Wanderer and co-editor of Puerto Rico en mi corazón, a collection of bilingual broadsides of contemporary Puerto Rican poets. They have received fellowships and residencies from the Sundance Institute, the Kimmel Center for Performing Arts, the Arizona Poetry Center, and CantoMundo. They love and live for Puerto Rico, Philadelphia, and a world free of white supremacy.